Cuantas veces he escuchado ese chascarrillo: “Jesús, pásame tus notas”, pese a que aquel que me conoce sabe que prácticamente nunca las he tomado en una reunión y los bolígrafos si caen en mi mano solo sirven para hacer garabatos ininteligibles, esa frase ha sido una constante en mi vida laboral.
Archivo de 16 mayo, 2013
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